Cannes (Francia), 19 may (EFE).- Brillante paradoja: el director de la película mexicana "Las elegidas", David Pablos, que ha helado la sonrisa al Festival de Cannes con su denuncia sobre la prostitución infantil, no cree que el cine pueda cambiar la sociedad.
El filme, calurosamente recibido en la sección "Una cierta mirada", recrea el drama de Ulises (Óscar Torres), un adolescente obligado por su familia a prostituir a su novia Sofía (Nancy Talamantes) y que deberá buscar a otra chica para que esta pueda ser liberada.
Situada en la ciudad fronteriza de Tijuana, la historia eriza el vello por su crudeza, pero Pablos niega que su retrato pueda influir sobre una realidad que existe en muchos países.
"El cine es lo que hago y lo que amo, pero a veces le damos más importancia de la que tiene a nivel social. No creo que el cine represente cambios ni pueda lograrlos, lo que hace es generar una experiencia humana", señaló el realizador en una entrevista con EFE.
Pese a todo, Pablos admitió que el arte puede "lograr la empatía, y eso es lo más bello", y opina que es "importante hablar de lo que uno vive y de lo que tiene alrededor".
Con un elenco muy joven encabezado por la rompedora interpretación de Talamantes, de 14 años, "Las elegidas" se abstiene de mostrar escenas de sexo explícito, pero sugiere de forma soterrada en la cabeza del espectador toda la violencia a la que están expuestas esas chicas.
Era la intención del realizador desde el comienzo del proyecto evocar esa violencia sin mostrarla, aunque reconoce que la película, muy impactante, "necesitaba la dureza".
"Siendo honesto, si la comparas con la película, la realidad es mucho peor", dice.
Una de las principales preocupaciones de Pablos fue no caer en lo sórdido y conseguir que se mantuviera la tensión a lo largo de su metraje, algo que trata de hacer con diferentes giros narrativos que no escapan a una cierta sensación de ser algo previsibles.
Todo se verá coronado por un final "difícil de asimilar, que tenía que ser un golpe para el espectador y que se lo va a llevar consigo", señala el director, cuya ópera prima, "La vida después", compitió en 2013 en la sección Horizontes del Festival de Venecia.
La acción transcurre en la Tijuana natal de Pablos, que aparece retratada como un lugar salvaje pero lleno de lugares de mucha belleza.
"Tijuana es una ciudad de contrastes. Es una ciudad viva pero al mismo tiempo muy violenta por su naturaleza. Todo eso le da un carácter bastante fuerte y especial, que es lo que me parece fascinante de ella", explica el realizador, quien no tuvo miedo a ofrecer una imagen negativa de su localidad natal.
Tampoco le preocupó demasiado la reacción que pudieran tener las redes criminales que se dedican a la trata de menores ni la imagen de connivencia que ofrece entre las fuerzas de seguridad y los proxenetas.
"Esta película es una ficción. Todos los elementos en la historia están puestos para el bien de la película. No estoy diciendo que todas las autoridades son corruptas, pero tampoco significa que estas cosas no sucedan efectivamente", reflexionó.
La película parte de un guion que había comenzado el escritor mexicano Jorge Volpi y que llegó a manos del realizador a través de Canana, la productora de Gael García Bernal y Diego Luna.
Sin embargo, como recordó Pablos, el escritor no pudo desarrollar el texto porque se tuvo que marchar del país por razones de trabajo, por lo que tuvo que reescribirlo partiendo de cero, aunque "inspirado" por el de Volpi.
"Es un hombre muy inteligente, culto y brillante. Al mismo tiempo es alguien muy humilde, que escucha y que estaba totalmente abierto a la colaboración. Me sentí muy a gusto con él", rememora.