CANNES, 16 (ANSA)- "Mia madre", conmovedor film del italiano Nanni Moretti, entregó los esplendores en una disonante cuarta jornada del Festival de Cannes este sábado, en contraste con "Sea of Trees" un modesto melodrama de encargo, indigno de la obra del estadounidense Gus van Sant, que frustró a muchos. En su séptima aparición en la Croisette, Moretti se lució con la segunda película del excepcional trío de filmes italianos en concurso este año. Se trata de una emotiva, íntima y al mismo tiempo universal reflexión sobre la vida y la muerte.
Representada por la protagonista (Margherita Buy en la mejor actuación de su carrera y de todas las que se han visto hasta ahora en Cannes) en crisis creativa y familiar, y su madre (una excepcional Giulia Lazzarini, gran actriz de teatro en su primer rol importante para el cine) agonizante en un hospital.
Margherita es una directora de cine embarcada en un proyecto equivocado: un film político, de esos que han hecho famoso al cine italiano, con un pésimo actor "hollywoodiano" (John Turturro, que provee con gran talento la parte risueña del relato) mientras afronta la senectud de su madre que concluirá inevitablemente con su muerte.
También emerge la arrolladora juventud de su hija adolescente (la debutante Beatrice Mancini) asistida por su hermano (el mismo Moretti).
Homenaje a la figura de su madre, muerta mientras él montaba su film precedente. Esta obra del italiano trata todos estos temas universales con una delicadeza y una humanidad casi inéditas en este cineasta, con la única excepción de "La stanza del figlio", que le valió en 2001 la Palma de Oro al mejor film.
Película en gran parte autobiográfico, pues la inseguridad de Margherita se parece a la del mismo Moretti como director y como intérprete de sus personajes, los hermanos, igual que él mismo, descubren aspectos desconocidos de su madre muerta que le aportan sus estudiantes.
"Mia madre" emite un mensaje lleno de calor, humor, ternura y humanidad con el que cada espectador puede identificarse del todo o en parte, como lo demostró el aplauso emocionado del público al final de la proyección matutina.
"Sea of Trees" es, en cambio, un melodrama prescindible con Matthew McConaughey en el papel de un viudo reciente que busca enjuagar su complejo de culpa por no haber sabido comprender a su mujer (Naomi Watts) cumpliendo una promesa hecha a ella de poner fin a su vida en un lugar paradisíaco y no en un lecho de hospital, como le ha tocado a ella.
"El mar de árboles", tal su traducción, que da el título al film (pero en francés será "El mar de los sueños" que revela de alguna manera el final inesperado) es la obra menos inspirada de Gus van Sant, un realizador de casi 63 años.
Se trata de un producto evidentemente de encargo que el cineasta estadounidense confeccionó con profesionalidad pero sin demasiada creatividad.
Arthur Brennan es un profesor de física que descubre su verdadero amor por su esposa, con la que se peleaba continuamente, solo cuando ésta, salida airosa de una grave operación, muere en un banal accidente.
Acosado por un complejo de culpa y sin otro objetivo en su vida que la de unirse a ella en otro mundo, Brennan recuerda una promesa que le había hecho a su esposa de que, en caso de una grave enfermedad, no iba a morir en un hospital sino en un lugar de absoluta belleza.
Nada mejor, pues, que una visita al célebre bosque de los suicidas, el de Aokigahara, al pie del sagrado Monte Fuji, en Japón. Pero su intención se aborta cuando decide convencer a otro aspirante a quitarse la vida, a portar por la vida.
Tras una serie de peripecias, decidirá también él renunciar a la muerte. "Sea of Trees" es un melodrama pero sin lágrimas y tan falso como el bosque de Ashland, en Massachusetts, que hace las veces de Aokigahara en las escenas clave. PN-ADG/ACZ