Cannes (Francia), 24 may (EFE).- El cine latinoamericano ha sido el apabullante triunfador de las secciones paralelas del Festival de Cannes, normalmente reservadas para el descubrimiento de talentos emergentes, lo que confirma el vigor de sus nuevas voces. Los grandes nombres en esta ocasión se quedaron fuera del certamen: entre las "vacas sagradas", solo el mexicano Guillermo del Toro ha estado presente, pero como miembro del jurado.
Sin embargo, la presencia de pequeñas producciones, de presupuestos ajustados e historias poderosas, ha sido muy reconocida en la Quincena de Realizadores o la Semana de la Crítica, donde grandes realizadores actuales dieron sus primeros pasos.
La epopeya amazónica "El abrazo de la serpiente", del colombiano Ciro Guerra, obtuvo el premio más importante de la Quincena, el Art Cinema Award, pese a que esa sección no es propiamente competitiva.
También fue reconocido como mejor filme -en este caso dentro de la Semana de la Crítica- "Paulina (La Patota)", del argentino Santiago Mitre, que cuenta con una portentosa actuación de su protagonista, Dolores Fonzi.
Esta película, que examina los límites de la convicción de su protagonista, también se llevó el reconocimiento como el mejor trabajo de las secciones paralelas de Cannes por la crítica internacional, FIPRESCI.
Una bella ópera prima, "La tierra y la sombra", del también colombiano César Acevedo, fue distinguida como película revelación y premio del público en la Semana de la Crítica.
Y "Allende, mi abuelo Allende", de la chileno-mexicana Marcia Tambutti, obtuvo el galardón al mejor documental de todo el festival, que se entregó este año por primera vez, por su valiente mirada a los recuerdos que su abuelo, el fallecido presidente chileno Salvador Allende, dejó en su familia.
El preseleccionador de cine latinoamericano y español en el Festival de Cannes José Riba cree que todas esas obras tienen en común "el rasgo de la autenticidad".
"Esas películas tienen sujeto, verbo y predicado; toman una historia y la llevan hasta el final. En esta edición, otros trabajos eran técnicamente muy buenos, pero les faltaba algo de vida", destaca Riba en declaraciones a Efe.
El experto considera que el número de filmes latinoamericanos que han participado en esta 68 edición del certamen no se corresponde con el momento actual del cine en el continente, y recuerda que, además, en casi todos los casos han sido primeras y segundas obras.
"Cannes es injusto con el cine latinoamericano", considera Riba, pese a lo cual destaca que lo poco que entra siempre acaba destacando por la fuerza de sus historias y por la implicación formal del autor en sus obras.
Además, el hecho de que directores noveles o poco conocidos sean reconocidos en el festival hace que en el futuro puedan pasar a formar parte de lo que él denomina "escudería Cannes", integrada por realizadores que deben buena parte de su carrera a su paso por la Costa Azul francesa.
Este año, incluso los directores con algo más de experiencia a sus espaldas, como Ciro Guerra o Michel Franco -quien todavía aspira a lograr algún galardón en el palmarés de la competición oficial-, van solo por su tercera película, frente a la prolífica carrera de grandes tótems como el mexicano Arturo Ripstein.
Por eso, frente a esa ausencia, las nuevas voces de la creación cinematográfica en Latinoamérica hablan más alto y claro que nunca, asegurando un legado si, quién sabe, aún más brillante.