domingo, octubre 19

González Iñárritu salta de la cornisa con "Birdman"


MORELIA México (Reuters) - Cuando Alejandro González Iñárritu se acercaba a su cumpleaños 50 hizo un balance de su serie de aclamadas y oscuras películas y decidió emprender un proyecto realmente aterrador: confrontar su propia lucha con ser un cineasta ególatra en una comedia filmada en una sola toma.


"El miedo a lo desconocido es un gran socio creativo", dijo Iñárritu a Reuters en el Festival de Cine de Morelia. "Te hace más consciente y abierto a las circunstancias para las que no te has preparado. Te deja sacar ventaja de tus limitaciones", agregó.

Lo que emergió de su propia crisis de la mediana edad es "Birdman", su quinta película, que en clave de comedia dramática del absurdo explora cómo la identidad moderna sufre de lo que Iñárritu llama "la enfermedad de la popularidad", propagada por las redes sociales y la cultura de las celebridades.

La película, que tuvo un estreno limitado este fin de semana, ha sido alabada por los críticos como una obra maestra, una perfecta fusión de forma y contenido. Usando lo que parece ser una sola toma, la cinta sigue el colapso de una ex estrella de cine que trata de reinventarse en un escenario de Broadway.

Iñárritu, quien ha sido nominado al Óscar, rompe con el estilo de "Amores Perros" y "Babel" donde desplegaba múltiples líneas narrativas y tiempos yuxtapuestos para narrar historias desoladoras, en las que accidentes mortales entrelazan las vidas de completos extraños.

"Fue liberador hacer comedia, se sintió como tocar en una banda de jazz", dijo el director.

La película todavía está colmada de angustia existencial pero retrata cómicamente la obsesión de un actor con la fama.

"En los tiempos que vivimos hemos empoderado al resto para decirnos quiénes somos", sostuvo Iñárritu.

"Es un tiempo en que hay tantas redes sociales, como necesidad de validación (...) No tienes que ser una estrella o un político para querer tener un 'me gusta' o un 'no me gusta'. Hay una enfermedad de popularidad en toda la sociedad", agregó.

La cámara, a cargo del ganador del Óscar Emmanuel Lubezki, hilvana la imagen desde los vestuarios, a través de pasillos y hasta el escenario siguiendo a Riggan Thomson, interpretado por Michael Keaton, mientras se precipita hacia una noche de estreno destinada al desastre.

Todo el tiempo, Thomson está tratando de escapar de la grosera voz que suena en su cabeza y que pertenece a Birdman, un superhéroe emplumado al que dio vida en una franquicia que abandonó años atrás antes de que su carrera se hundiera en la oscuridad.

Sobre el virtuoso trabajo de cámara, la banda sonora compuesta por un tambor de jazz guía la película, actuando como el frenético latido del errático corazón de Thomson, mientras las escenas oscilan entre la realidad y su imaginación, donde posee poderes de telequinesis y es capaz de volar.

El filme podría ser visto como una sátira de actores como el mismo Keaton, quien dejó de interpretar a Batman, pero Iñárritu afirma que estuvo explorando su propio ego y proceso creativo, mientras criticaba duramente a los superhéroes que la maquinaria de Hollywood produce como "comida chatarra" solo para hacer dinero.

"Tuve esta idea basado en mi propia experiencia de escuchar mi voz torturándome (...) elevándome a las alturas y mandándome luego al infierno", dijo el director. "Pensé que sería muy interesante explorar la naturaleza de esa batalla interna que todos tenemos", añadió.

La actuación de Keaton y la dirección de Iñárritu ya están llamando a la puerta del Óscar, lo que podría marcar dos años consecutivos de triunfo para México después de que Alonso Cuarón se hizo con la estatuilla al mejor director por "Gravedad", obra que también le valió el premio a Lubezki por mejor dirección de fotografía.

"Me hace sentir como Riggan. Mis alas realmente se están abriendo, diciendo 'eres el más grande'", bromea. "No. Creo que estoy muy consciente de que (los Óscar) son muy subjetivos y la película es acerca de eso. Es efímero y es agradable pero no es lo importante", concluyó.